Sí, es cierto y quizá
este sea el momento
de envolverme en rosas blancas
y ascender hasta el séptimo cielo
y desde allí localizar
la salida al laberinto.
Visualizarlo, retenerlo
y comprenderlo.
Y entonces descender
poquito a poco
hasta la copa del árbol más alto
y colarme por la ventana
como si nunca me hubiera marchado.

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